Desde El Tablón Nº4

0

Después de esperar toda la semana, llegó el tan ansiado domingo. Ese domingo que por una parte implica que al otro día comienza una nueva semana y se vuelve a la rutina, pero también significa que voy a volver a verte Rojo… a vos y a toda la gente que comparte el mismo sentimiento que yo.

Me levanto, almuerzo en familia y después de prepararme salgo caminando para la sede. Cuando llego veo que está todo listo: los micros que nos van a llevar a la cancha de Banfield están ahí, esperándonos, y la gente ansiosa por salir.

La sensación que me invade cuando voy a la cancha en los micros es indescriptible. Todos cantando, riéndonos y contentos por estar nuevamente una vez más siguiendo a Independiente. No importa si son 2, 3 o 10 micros los que salen, basta con que sea uno solo para que todas las personas se den vuelta para mirarnos cuando pasamos. Se asoman a los balcones, a la puerta de su casa, o salen de los negocios en los que están y nos observan, algunos con cara de miedo como si fuéramos gente anormal, ¿Entenderán realmente nuestro sentimiento?

Ya estamos llegando y se lo hacemos saber a todo Banfield. Las últimas cuadras son a la par de todas las personas que van caminando porque el operativo policial corta las calles y tienen que hacerse a pie. Bajamos de los micros y mientras esperamos que lleguen algunos amigos, nos quedamos charlando en la calle.

No sé si esto me pasa a mi sola o es común en los demás, pero una vez adentro de la cancha me olvido de todo. No importa si fue una mala semana y esas cosas, porque cuando estoy con el Rojo no importa más nada. El problema en realidad es que en este “mundo aparte” las cosas no están muy bien que digamos, por lo cual los ánimos están por el piso. Al principio parece no importar, porque nos desconectamos de todo y alentamos al equipo. Llega el primer gol y parece más de lo mismo. No importa, fue muy rápido, tenemos todo el primer tiempo para empatarlo y seguimos metiendo fiesta. Cuando llega el segundo gol ahí ya nos empezamos a mirar de costado y recién ahí se escucha el “sooooy de Banfield” proveniente de la tribuna local… y sí, ya sé que sos de Banfield… ¿O estamos jugando con Ferro y no me di cuenta?

Llega el tercer y cuarto gol. Todos nos fundimos en un griterío, es difícil entender quién insulta a quién, que Comparada, que Menotti, que Garnero. Cierro los ojos, siento que volvimos a ser el Independiente que se comió 5 goles en esa misma cancha hace 1 año y me dan ganas de llorar. ¿Otra vez pasar por lo mismo?

Qué se puede decir… puedo enojarme con todos: con Comparada, con la comisión, con Mareque, Fredes, Vallés… pero no me puedo enojar con vos Independiente. Vos no tenés la culpa de lo que te están haciendo. Vos siempre estuviste ahí, incondicional, cuando nadie más lo estuvo. Yo sé que siempre que te necesite vas a estar, para darme alegrías así también como tristezas, pero estás. Por eso antes de irme ya estoy preguntando a qué hora jugamos con Gimnasia y cómo vamos a ir a Uruguay.

No vale la pena hacer énfasis en el viaje de vuelta, ya que todos estábamos intentando entender qué es lo que pasaba y las caras no eran las mejores. Cuando llego nuevamente a Avellaneda los encargados de los micros me retan porque me subí a otro y pensaron que me quedé sola en Banfield. Me río y pido perdón por no avisar… ahí confirmo que somos como una familia, una gran familia que a pesar de todas las diferencias que podremos tener, todos los fin de semana se reúne para disfrutar juntos de lo que es esta pasión llamada Independiente.

Priscila Iglesias

DEJA UNA RESPUESTA

Please enter your comment!
Please enter your name here