Independiente recibió un duro revés en Conmebol por el fallo del partido con la Universidad de Chile, que derivó en la eliminación en la Copa Sudamericana. Al Rojo lo dejaron solo y le soltaron la mano.
Cuando en Chile se trató casi de una cuestión de Estado. En Argentina todos miraron para otro lado y nadie levantó la voz en defensa de Independiente.
Gabriel Boric, presidente del país trasandino, repudió el tema y pidió sanciones duras para el Rey de Copas. La Federación de Fútbol de Chile hizo lo propio y varios equipos respaldaron a la U. De este lado de la cordillera nada de esto ocurrió: ni Javier Milei, ni Claudio Tapia como presidente de la AFA y vicepresidente de Conmebol abrieron la boca. No hubo comunicados de los clubes y días antes de que se conociera el fallo, apenas Nicolás Russo, presidente de Lanús, se refirió al tema.
Los medios chilenos salieron en nado sincronizado a defender la postura de Universidad de Chile, mientras que los medios nacionales argentinos se enfocaron en hacer más grande la caja de resonancia sobre los hechos graves de violencia que se vieron cuando los barras de Independiente ingresaron a la Pavoni Alta. No hicieron foco en los daños y disturbios, de la parcialidad visitante. Tampoco mostraron testimonios de los cientos de socios y socias del club damnificados y lastimados por las más de 4 horas de agresiones constantes. Solamente los medios partidarios reflejaron la realidad de lo que se vivió esa noche en Avellaneda.
La oposición prefirió ganar terreno de cara a las elecciones del 2026, cuando debió haber pensado en el bien de Independiente. No se vio la unidad entre dirigentes, plantel profesional e hinchas que sí hubo del otro lado.
Fue una pelea totalmente despareja. Un club versus un país. Así es imposible. Esta Comisión Directiva no encajó en el sistema, ni en Argentina y menos en Sudamerica. Los hechos lo demuestran y la historia ya estaba juzgada.